25 noviembre, 2024

Nacionales-Detuvieron a un barrabrava de Nueva Chicago por dispararle 8 tiros a la madre de su hijo

Lucas Silvera, hincha del club de Mataderos, fue capturado en Laferrere luego de estar prófugo casi dos años por un brutal ataque a su pareja. Su insólita indagatoria ante la Justicia.

Matías Silvera estuvo prófugo casi dos años por pegarle ocho tiros a la madre de su hijo
Matías Silvera estuvo prófugo casi dos años por pegarle ocho tiros a la madre de su hijo.

Cuando Lucas Silvera, alias «el Negro», fue detenido por la división Homicidios de la Policía Federal el miércoles último en el límite entre González Catán y Laferrere, su primer reflejo tras resistirse un poco al arresto fue el más obvio de todos: negar ser Lucas Silvera. Alquilaba una pieza a pocas cuadras de donde vive su abuela. El miércoles era su último día allí. Silvera, de 30 años, oriundo del barrio Los Perales de Mataderos, fue un prófugo al menos golondrina; la división Homicidios había rastreado sus movimientos en pensiones de Avellaneda y Sarandí, para luego recalar en Laferrere. Recibía ayuda de su familia, según voces de la investigación, hacía algunas changas si era necesario, no hablaba demasiado.

Para identificar su último destino, los efectivos de Homicidios lanzaron tareas de inteligencia en el barrio que apuntaron a la pensión, en una causa en la que intervino para su esclarecimiento la fiscal Viviana Fein, motorizada por la UFEM, el ala del Ministerio Público que investiga hechos de violencia de género, a cargo de la también fiscal Mariela Labozzetta. Tras estar a la fuga durante casi dos años, fue una antena de celular lo que delató su posición: tenía el mismo número que empleó para amenazar por chat a su ex pareja, A.S, cuatro años menor que él, también oriunda de Los Perales y la madre de su hijo de cinco años. De su ex, A.S tiene un recuerdo concreto en su cuerpo: dos balas todavía alojadas dentro suyo y una renguera de por vida.

Silvera, según el testimonio de A.S a la Justicia, irrumpió en su casa en Mataderos el 25 de junio de 2014. Llevó su pistola 9 mm y se la descargó entera: fueron ocho disparos en total, cuatro de ellos impactaron en las piernas y el abdomen de la joven. «Durante todo ese trayecto nunca le di la espalda y él me miraba todo el tiempo a los ojos, vació el cargador del arma», afirmó luego A.S ante la Justicia. Fue un milagro que sobreviviera tras múltiples cirugías; los disparos afectaron partes blandas y varios de sus huesos. El acoso continuó. A.S tuvo que vivir con una custodia policial por un tiempo en la puerta de su domicilio.

Fue un ataque de rabia, aparentemente. Silvera y A.S llevaban separados apenas dos meses. Habían comenzado su relación cuando ella tenía apenas catorce años. Y lo ocurrido en junio de 2014 no fue la primera vez que Silvera atacaba a balazos a su pareja. Un año antes, la había dejado postrada en el Hospital Santojanni, con un tiro que le dejó una esquirla en la pierna. Pero ninguna autoridad en el hospital denunció el hecho por ella. El personal de la Comisaría N°42, por su parte, se negó a tomarle la denuncia a la madre de la joven: debía hacerlo A.S misma. Postrada por un tiro en el hospital, reportar el hecho en sede policial se le volvía ciertamente difícil.

Su madre eventualmente llegó a la DOVIC, la Dirección de Acompañamiento, Orientación y Protección a Víctimas, en busca de ayuda, ante la evidente falta de novedades judiciales en el caso, con una instrucción que no fue delegada en la fiscal Fein. Así, la UFEM, con la fiscal Labozzetta, tomó el caso en diciembre del año pasado. Junto a Fein, Labozzetta realizó una presentación ante el Juzgado de Instrucción N° 26 para que se desarchiven las actuaciones y que se dispusieran medidas de protección para la víctima y medidas para acreditar el contexto de violencia de género y ubicar al agresor. En particular, las fiscales solicitaron la intervención del celular utilizado por Silvera, lo que fue la clave para detenerlo.

Así, Silvera llegó ayer por la mañana al Juzgado N°26 para ser indagado. Allí, surgió un dato no menor de su pasado: su presunta vinculación a la barra del club de su barrio, Nueva Chicago, algo que indicaron testimonios en la causa. Silvera lo negó, en un primer momento. Ante la repregunta sobre por qué tenía un arma de fuego, el joven cayó sobre su propia espada.

Silvera afirmó que la consiguió luego de que se iniciara una lucha entre facciones rivales de la barra, que temió por su vida y se buscó una 9 mm. Dijo que, simplemente, él estaba catalogado como hincha, algo que levantó varias cejas en el Juzgado. Sobre quién se la vendió, su abogado, particular en vez de público, le aconsejó que no responda.

Sobre el hecho de 2014 que terminó con cuatro tiros en las piernas de su ex, Silvera ofreciórecuerdos borrosos. Afirmó que se había peleado con A.S por teléfono por una campera de su hijo, que la llamó repetidas veces hasta que lo atendió una voz masculina, lo que lo hizo enfurecer. «¿Quién es ese gil?», gritó, y cargó su arma para ir a lo de su ex. Sin embargo,dice que no recuerda nada, si disparó o no, que se despertó a las 6 de la mañana en la calle, todo sucio sobre una loma de pasto, ya sin su pistola. Dónde quedó la 9 mm pudo precisarlo menos todavía.

Por lo pronto, las marcas de bala que no entraron en las piernas todavía siguen en las paredes de la casa de A.S. Para Silvera, Fein y Labozzetta solicitarán la acusación de tentativa de homicidio doblemente agravado por el vínculo y por haber sido cometida con violencia de género. Es decir, el cargo de un femicida en intento.

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