Desde hace un año se organizan para proveer no sólo comida y ropa, sino también contención a los que habitan en la calle. “Hace un año empezamos a organizarnos a través de la redes para llevar abrigo a la gente en Colegiales, Chacharita, Villa Urquiza y Belgrano”, cuenta Antonella a minutouno.com.

Ya en el punto de encuentro, hablan entre ellos y se dividen por zonas para poder aprovechar el tiempo y ayudar a la mayor cantidad de personas que puedan. Unos se van a Cabildo y otros se quedan en Colegiales y Chacarita, donde es más habitual toparse con la dolorosa situación de los que nada tienen.

La primera parada esta una cuadra; allí se encuentra un hombre al que ayudan desde hace tiempo y con el que tienen muy buena relación. Todos lo saludan con mucho entusiasmo y él los recibe de la misma manera; mientras tanto, le acercan un plato de fideos con tuco y una bebida caliente; se sientan a su alrededor y charlan un rato sobre fútbol y otras cosas. Antes de irse, le preguntan si necesita algo más y le dejan unos almohadones.

El recorrido continúa en Chacarita, un punto crítico, donde familias con chicos y personas solas se cobijan a la intemperie. Primero visitan a tres hombres, los saludan amablemente, hay un diálogo ameno, risa compartida, la picardía de la calle y una emoción que no pueden ocultar cuando la ven a Antonella y a los demás voluntarios. Les acercan un poco de comida, les ofrecen abrigo, medias y almohadones.

Sobre Jorge Newbery hay dos familias, una vive en un viejo colectivo y la otra en un camión. La secuencia es la misma: los saludan amablemente y les acercan un poco de comida y abrigo. Ambas familias tienen niños y niñas menores. Se quedan un rato hablando y escuchando sus necesidades. Los pequeños se emocionan con la chocolatada que una de las voluntarias les ofrece y los mayores continúan la charla con un mate. Antes de irse, les dan un abrazo y un hasta luego.

Esa misma acción se repite en Colegiales, donde están las últimas dos familias por visitar. En medio de tantas necesidades, tan visibles y tan dolorosas, es difícil preguntar qué necesitan. Siempre hacen falta alimentos y abrigo; pero lo que más disfrutan es ese calor humano y contención de los vecinos; impulsados por el gesto de ayudar a los que menos tienen.