Este último fin de semana, la Policía Federal detuvo a cuatro personas, incluido un equipo de madre e hija. La «vieja de la valija» y el intento de abuso a una estudiante de doce años
Para los efectivos de la Comisaría N° 23 de la PFA, con jurisdicción sobre el predio de La Rural, la mayor celebridad de la Feria del Libro de este año todavía no hizo su aparición. Es, por lo menos, una visita recurrente. No es ninguna escritora, por cierto. La «vieja de la valija», tal como se la conoce, es una señora de pelo canoso, con domicilio en Capital, de unos 70 años, pulcra, bien vestida. También, tiene un fuerte prontuario por hurto.
En cada Feria, la señora se escurre entre la multitud que recorre los stands, particularmente los fines de semana, o los días con ingreso gratuito: toma un ejemplar, se hace la distraída y sigue su camino sobre la alfombra, con su valija con rueditas. En la Feria de 2015, por ejemplo, la «vieja» cayó detenida con 40 libros en su haber.
Este modus operandi es un clásico entre los más de 45 mil metros cuadrados del predio de la Rural: este último fin de semana, la PFA con la Comisaría N° 23 detuvo a cuatro personas en los pabellones Amarillo y Ocre, entre ellos un equipo de madre e hija, que en total robaron más de 60 libros y que quedaron a disposición del juez correccional Carlos Bruniard y el Juzgado de Menores N° 7.
Suelen ser delincuentes recurrentes, con un modus operandi pulido por la experiencia, más allá del simple punguismo callejero. La «vieja de la valija» es el ejemplo paradigmático: buena presencia, disimulo y algo para transportar el botín. Los fines de semana y los días de entrada gratis, al generar mayores multitudes, son los más obvios. Sus valijas y mochilas abultadas suelen delatarlos. La falta de un ticket para justificar el lote les sella la suerte. No hay un paladar específico: se roba lo que se puede.
El caso de la madre y la hija reveló, por ejemplo, un lote de 28 libros, con una lista heterogénea. En la mochila blanca y verde que la chica, de apenas 14 años y que quedó alojada en el Instituto de Menores Inchausti, llevaba en su espalda había desde clásicos de Gabriel García Márquez o J.M Coetzee hasta novelas para adolescentes de autores como Anna Franko y Zoe Jugg, ejemplares que pueden valer de 200 a 500 pesos. Los cierres de la mochila, básicamente, no podían cerrarse. Ninguna de las dos se resistió al arresto.
Hubo hechos más desagradables que robar libros en los últimos días. Los efectivos de la Comisaría N° 23 capturaron en el Pabellón Amarillo a un hombre de 35 años vestido de elegante sport acusado de intentar abusar de una colegiala de doce años que visitaba la Feria en una excursión escolar. El hombre, que está siendo investigado por el Juzgado N° 49 a cargo de la doctora María Fontbona de Pombo, aprovechó la multitud para tratar de frotarse contra la menor, la cual nunca se percató de lo que estaba pasando. Un guardia de seguridad privado dio la alerta y el hombre quedó detenido.
De vuelta al robo serial de libros, Victor Varone, socio del estudio Iezzi & Varone y especialista en seguridad ciudadana, opina: «Esto es un nuevo nicho en el mercado, que se suma a los robarruedas, a los colombianos que cortan vidrios con puntas de widia, etcétera». Los «conferencistas», por ejemplo, son otro clásico del hurto con disimulo: se inscriben bajo alias en conferencias y simposios en hoteles para robarles a los otros asistentes en los breaks. Los distintos hoteles suelen guardar listas negras al respecto.
Fuente: Infobae
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