La muerte de Marcelo Valdi fue cruel, brutal, descomunal. La mecánica utilizada para matarlo fue típica de la mafia. Atacarlo a traición y prenderlo fuego.
En su agonía, el hombre alcanzó a balbucear nombres, situaciones, pero de nada sirvió. A 12 años del asesinato, lo único certero es que a Valdi lo mataron por enfrentar a los narcos, por dar nombres, por meterse con lo más rancio de la policía bonaerense.
Valdi no era policía, ni judicial, ni abogado. Era comerciante. Pero el último tramo de su vida lo dedicó a aportarle a los fiscales, datos sobre venta de estupefacientes en su barrio, Adrogué.
Lo que quería Valdi era un mundo sin drogas. Odiaba, detestaba la destrucción de adolescentes por el consumo de drogas. Su objetivo eran los vendedores, los transas, las bandas.
Entonces, se involucró y empezó a llevar datos a las fiscalía que apuntaban a narcos y sus vínculos con sectores de la maldita policía.
Hace tres años, harta de que nadie investigue el asesinato, Patricia, una de las hermanas de Valdi hizo pública una dramática carta.
Valdi fue atacado el 5 de setiembre de 2004, en Cordero y Seguí de Adrogué. Lo rociaron y lo prendieron fuego. Murió una semana después.
En el hospital alcanzó a contar lo que le dijo el atacante. «Metiste la nariz en lo más profundo, ahora vas a oler a carne quemada», detalló Valdi la amenaza de su sicario.
La víctima también alcanzó a dar nombres de sus probables instigadores del crimen.
La causa nunca avanzó. En doce años, no hubo imputados, ni detenidos. La orden de matarlo pudo venir de cualquier lado.
Valdi fue remisero y trabajó en salud. En un tramo de su vida, vivió en carne propia, cómo la droga arrasaba con la vida de un amigo. Entonces, decidió convertirse en un colaborador de la justicia y denunció vínculospoliciales con el narcotráfico. De ahí, pudo venir la orden para matarlo.
Hoy, cansada de que el caso no avance, su hermana Patricia, escribió esta carta dolorosa. No más palabras:
«A vos hermano. Hoy 5 de septiembre se cumple un año más, un año más de dolor. Vuelvo a repetir mis palabras del año pasado porque creo que no hace falta aclarar nada más: Hoy hace 12 años que a las 23.45 vinieron a tocarme el timbre para decirme que te habían intentado robar; hoy hace 12 años que desde el primer momento supe que no había sido así, que en realidad te atacaron de una forma terrible porque te querían matar».