El Tribunal Oral Federal santafesino, integrado por los jueces María Ivón Vella, José Escobar cello y Miguel Abásolo, condenaron el martes pasado a tres integrantes de una familia santafesina que se dedicaba a la venta fraccionada de drogas en la ciudad.
La sentencia condenatoria alcanzó a Marcos Franco, su hijo Jonatan y su mujer Nidia Canalis. En el primero de los casos el monto de la pena fue de 7 años y medio de prisión por tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, mientras que en los dos restantes recibieron penas de 6 años, agravadas por la participación de tres personas.
La historia que terminó con la condena de los tres implicados comenzó el 30 de noviembre del año pasado, en horas de la tarde, cuando personal de la Delegación Santa Fe, Delitos Federales y Complejos de la Policía Federal Argentina, secuestró en el domicilio de calle 4 de enero 6821 de la ciudad de Santa Fe, donde se encontraba el imputado Marcelo Franco, casi un kilo de cocaína, que estaba acondicionada en envoltorios de nylon.
En el lugar además había, una bolsa con tubos “eppendorf”, donde se fracciona la droga, una balanza de precisión y coladores de aluminio.
Ese mismo día se incautó en una casa de calle Franch al 4.000, que habita la familia Franco, dos kilos de marihuana y casi medio kilo de cocaína, distribuída en ladrillos. También había cerca de 36 mil pesos, varios cartuchos para colocar la cocaína, una balanza de precisión y varios teléfonos celulares. En esa finca estaba la otra imputada, Nidia Canalis.
El ultimo operativo realizado por la Policía Federal ese día fue en una casa de calle Alvear al 5.601, un local comercial de la familia Franco, donde funcionaba un kiosco que en ese momento estaba atendido por Jonatan Franco.
En ese lugar se encontró casi un kilo de marihuana y 132 granos de cocaína. También se hallaron tubos eppendorf, un apistola 6.35 mm, varias pastillas, ocho teléfonos celulares, un cuaderno de anotaciones y 10 mil pesos.
La causa fue trabajada por los agentes federales porque fueron ellos los que recibieron dos llamados anónimos que narraban la actividad ilícita de la familia Franco. El jefe familiar se movía en varios autos, un Peugeot 504, un Gol Trend y un Megane II y, ocasionalmente, en una moto color rojo.
Los Franco tenían una aceitada organización familiar que fue investigada por los pesquisas federales con seguimientos, filamaciones y procedimientos de “corte” (intercepciones con identificación pero si arresto de los consumidores que se trasladan a un lugar a comprar drogas).
La Fiscalía General, a cargo de Martín Suárez Faisal, consideró que la pena debía orientarse hacia la imputación de tenencia con fines de comercialización y agravada por la participación de dos o más personas.
La Fiscalía también menciona que la familia Franco estaba siendo investigada por la Policía Federal y por la Gendarmería, pero “llamativamente no por la Dirección de Prevención y Control de Adicciones de la policía santafesina”.
Quedó por acreditado en el juicio que, de los teléfonos secuestrados, surgen que había elementos para probar la actividad ilícita de los Franco, entre ellos se destacan varios que hacen referencia a “la peruana”, referencia a la cocaína.
Para Suarez Faisal, la familia no es marginal, sino de clase media, con un poder económico importante, al punto que poseían varios vehículos. Franco padre dijo en su defensa que se dedicaba al comercio, su mujer que era gestora y si hijo que era empleado comercial, situación que se probó, pero hasta el 2011.