BARILOCHE- La madrugada del 17 de marzo, el niño de diez años pudo escapar de las llamas que incendiaron por completo su casilla. Su padre, en cambio, murió allí.
Con todas sus pertenencias a cuestas, y una sonrisa enorme, Nahuel viaja rumbo a Brasil.
Se despertó inquieto esa mañana. Faltaban pocas horas para despedirse de Bariloche y Nahuel quería hacer varias cosas. Pensaba jugar con su primo, Leo, antes de emprender el viaje, porque no sabe cuándo regresará. Su madre, Miriam Villca, le explicó que, primero, deben pasar por Buenos Aires, donde tienen que resolver el tema de la documentación en el Consulado boliviano. Después, seguirán hasta San Pablo, Brasil, donde comenzará una nueva etapa.
Nahuel no conoce nada de San Pablo. Sólo sabe que allá lo espera una hermanita de 2 años y la nueva pareja de su madre. Está contento. En Buenos Aires verá a sus primos, que viven en González Catán. “Hace un montón que no los veo”, afirmó.
Nahuel no perdió la sonrisa. Sus enormes dientes blancos asoman apenas afloran las palabras y contrastan con sus ojos marrones intensos, que destacan en su rostro pequeño. Con sólo 10 años se enfrentó varias veces cara a cara con el dolor.
La madrugada del 17 de marzo, Nahuel se despertó agitado. Una intensa humareda rodeaba su cama y el fuego lo amenazaba. En pocos minutos, un incendio redujo a escombros la casilla que con su padre habían levantado en la toma 29 de Septiembre, ubicada a varios kilómetros de las luces del centro de Bariloche. El niño pudo escapar. Sobrevivió. Pero su padre, Mario Huallpa, no pudo huir. Nahuel se enteró de que su papá había muerto en el incendio, mientras estaba internado en el hospital Ramón Carrillo y se recuperaba de una herida que sufrió en su pie derecho por una quemadura. Pensó que se había quedado solo. Pero después de cuatro años se reencontró con su madre, que viajó desde San Pablo hasta Bariloche tras enterarse del drama que había ocurrido.
Miriam relató a “Río Negro” que un integrante de la colectividad boliviana en Bariloche pudo ubicarla y la llamó para avisarle de la muerte de Mario y que su hijo estaba internado.
No dudó. Juntó el dinero que tenía, dejó a su hija pequeña al cuidado de su esposo, y sacó los pasajes en avión hasta Buenos Aires. Después, subió a otro vuelo para llegar hasta esta ciudad.
Arribó la mañana del 19 de marzo al aeropuerto de Bariloche y se dirigió, presurosa, hasta el hospital Ramón Carrillo. Le indicaron cómo llegar hasta el sector de pediatría. Mientras caminaba por los pasillos, las pulsaciones aumentaban. Había pasado mucho tiempo sin ver a Nahuel. Cuando lo vio casi no lo reconoció: su pequeño había crecido bastante y se fundieron en un abrazo interminable.
Miriam vivió años atrás en Bariloche, con Mario y Nahuel, cuando era muy pequeño. Pero no hubo suerte. Había poco trabajo, hacía mucho frío y resolvieron irse. No quisieron retornar a González Catán, donde había nacido el pequeño y estaba la familia de su ex. Optaron por regresar a Bolivia, su tierra natal. Pero nada salió como habían soñado. Allá, se separó de Mario y de su hijo, que tenía entonces 6 años.
Mario resolvió irse de Bolivia y volver con su pequeño a Bariloche. Consiguió trabajo y con mucho esfuerzo pudo levantar una casilla en la toma. Nahuel pensó que había encontrado su lugar.
Miriam contó que emigró hace dos años con su pareja a San Pablo. Trabajan en la confección de ropa. Pero anhela regresar a Bolivia, porque quiere que su hijo estudie allí. “Mi marido nos está esperando. Quiere conocerlo”, aseguró. El niño no dijo nada. Sólo miró, impaciente, los pasajes que tenía su madre para viajar.
Nahuel no habla de lo que pasó esa trágica madrugada. Tampoco nadie se lo quiere preguntar. Lleva en silencio su dolor, que tapiza con la energía de vivir.
La herida en su pie derecho aún no se curó por completo y, por eso, camina con cierta dificultad. Recibió el alta médica días atrás, “No alcancé a despedirme de mis compañeros de la escuela”, indica. Era alumno de quinto grado, en el turno tarde de la escuela Las Quintas. Desde que ocurrió la tragedia nunca pudo volver a clases.
Su abuelo Ceferino Huallpa, se acercó hasta la terminal para despedirlo. El hombre se enteró de la muerte de Mario cuando regresaba a González Catán después de visitar Bolivia. Viajó de inmediato para ver al nieto y sepultar a su hijo.
Dos valijas cargadas de ropa que le regalaron y algunos juguetes son todas las pertenencias que Nahuel se llevó de Bariloche. Subió al colectivo contento. El viaje en busca de un nuevo sueño, junto a su madre, recién comenzaba.
Fuente: RN