Quedó más que claro ayer cuando el presidente de USA habló de la Argentina como un ejemplo de lo que no quiere que ocurra en su país, al alertar contra la «creciente desigualdad social«, a la que definió como el riesgo de que «unos pocos se queden con lo que es de todos«.
Fue apenas una mención en un discurso de casi cincuenta minutos en los que se comprometió a una mayor acción en materia económica y social porque, dijo, las cosas no van bien en USA.
«Hoy, nuestros niveles de desigualdad se están aproximando a los de países como la Argentina o como Jamaica«, dijo Obama, en una fuerte apelación a lo que no quiere que ocurra.
Poco antes, según el diario ‘La Nación’, el mandatario había descripto la desigualdad social como el conjunto de deformaciones políticas y económicas que permiten que «unos pocos se queden con lo que es de todos» y que les «quitan esperanzas y posibilidades de progreso a los que menos tienen«.
Fue sugestivo que, en esa misma intervención, el líder demócrata citó a otro argentino: el papa Francisco, por quien, semanas atrás, dijo sentirse «impresionado«.
Obama, que no es católico, apeló a la figura del Pontífice y citó sus palabras en favor de una mejor distribución de la riqueza. Recordó que Francisco «habló de manera elocuente sobre la pobreza» y recordó su reflexión en el sentido de que «merezca más atención una caída de dos puntos en la Bolsa que la muerte por frío de un anciano en la calle«.
La reflexión presidencial y el llamado a no seguir en la línea de la desigualdad para llegar a «los niveles de la Argentina» resulta paradójica si se tiene en cuenta la recurrencia con que la presidenta Cristina extrapola y combina datos estadísticos a su manera para declarar que nuestro país «está mucho mejor» que algunas de las potencias mundiales.
Poco antes de las elecciones de octubre pasado, de hecho, la Presidenta se congratuló por trabajar «todos los días contra la pobreza y la desigualdad«, a la vez que aseguró durante su campaña que su compromiso era con «la defensa de los sectores más vulnerables«.
Por contraste, la apelación desde el gobierno norteamericano al ejemplo no deseado de lo que ocurre en nuestro país coincidió en los hechos con la difusión de imágenes sobre los saqueos y desmanes de las últimas horas en la provincia de Córdoba, lo que, en la perspectiva internacional, es la Argentina. Y no una provincia.
El dato de la ola de violencia y la ausencia de control policial fue, seguramente, nada más que una coincidencia temporal. Difícilmente haya tenido que ver en la incorporación del triste paralelo que, sobre la desigualdad en nuestro país, hicieron quienes escribieron el discurso del presidente.
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