Con la llegada del invierno aumenta la incidencia de infecciones respiratorias. Esto obedece a que en los ambientes fríos los gérmenes pueden sobrevivir y multiplicarse con mayor facilidad y a que las llamadas cilias, unas “escobillas” que se encuentran a lo largo del aparato respiratorio que se encargan de “barrer” los virus o bacterias con los que podemos entrar en contacto, funcionan menos con la exposición a las bajas temperaturas. Calefaccionar los ambientes es una medida que nos permite hacer frente a estas condiciones climáticas, además de brindarnos confort, pero también puede resultar perjudicial para la salud dependiendo del sistema de calefacción usado y de la temperatura a la que se lo utiliza.
En principio debemos mencionar que lo ideal es que la temperatura no suba de 21°-23° y que la humedad ambiente se sitúe entre el 50 y el 70%. La calefacción excesiva aumenta el contraste de temperatura entre interior y exterior, lo que puede disminuir la capacidad de respuesta defensiva del organismo.
Por otra parte, cuanto mayor sea la temperatura, más se resecará el ambiente. La sequedad del ambiente provoca sequedad de las mucosas, que son el revestimiento interno que tienen las vías aéreas en el que se encuentran las cilias, disminuyendo su actividad y la producción del moco necesario para eliminar los gérmenes que intentan colonizarlas, generándose así condiciones ideales que predisponen a infecciones respiratorias.
Los peligros de una calefacción inadecuada
La combustión inadecuada del material empleado para la producción de calor, o un sistema de ventilación insuficiente puede provocar la acumulación de gases nocivos en cantidades peligrosas. El monóxido de carbono, por ejemplo, se produce por una combustión incompleta del material utilizado como combustible. Es un gas imperceptible, por ser incoloro, inodoro y que no irrita las mucosas, y ocupa el lugar del oxígeno en la sangre por lo que impide su llegada a los diferentes órganos y tejidos. La intoxicación por este gas puede culminar en un paro cardiorrespiratorio y muerte. En intoxicaciones de menor grado puede haber dolor de cabeza, náuseas, debilidad, mareos, etc.
El dióxido de nitrógeno se libera cuando las cocinas, hornos de gas y estufas de parafina no funcionan correctamente. No se huele ni se ve, pero es irritante para las mucosas y puede causar dificultad respiratoria, sobre todo en pacientes asmáticos, con EPOC o con otras patologías respiratorias crónicas.
Existen otros productos derivados de una mala combustión, sobre todo de estufas o chimeneas de carbón y leña, que son las partículas de tamaño tan diminuto que pueden depositarse en lugares profundos del árbol bronquial, pudiendo favorecer la aparición enfermedades respiratorias crónicas o tumores.
Algunos consejos para tener en cuenta
- Verificar que todas las fuentes de calor funcionen correctamente: siguiendo escrupulosamente las instrucciones de los fabricantes para la puesta en marcha y en el manejo de los dispositivos.
- Salida de gases al exterior: Cuando se usan determinadas fuentes de calor hay que tener en cuenta que tengan una adecuada salida al exterior, y de no ser así, tener la precaución de abrir una ventana cada cierto tiempo, para ventilar el habitáculo donde se encuentra.
- Apagar la calefacción por la noche: también se recomienda ventilar la casa antes de encenderla por la mañana.
- Limpiar regularmente los filtros del aire acondicionado: este dispositivo es uno de los que más reseca el ambiente y las mucosas, además de reunir distintos agentes en los filtros que es importante limpiar con regularidad.
Evitar fuentes de combustión que generan residuos: como el humo del cigarrillo, sahumerios, inciensos, etc.