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Ser o no ser… espiritual

Si investigamos entre las posibles definiciones de la palabra espíritu, base de la tan mentada espiritualidad, encontramos que se trata de una entidad abstracta tradicionalmente considerada la parte inmaterial del ser humano a la cual se le atribuye la capacidad de sentir y pensar. Estamos, pues, ante las dimensiones de lo mental y de lo emocional.

Cabe entonces la pregunta: ¿Existe un ser humano capaz de no ser espiritual?

Por siglos hemos buscado la esencia de la humanidad, aquello que nos distingue, nuestra singularidad, y, por qué no, el propósito de nuestra existencia. La búsqueda, en términos intelectuales, continúa pero no se resuelve porque su observación es externa.

Pues bien, con mayor o menor conocimiento sobre este espíritu, objeto de tantas teorizaciones e incluso misticismos, sabemos al menos que somos más que un cuerpo físico. Nadie puede negarlo. Ese mismo saber es la prueba irrefutable.

Si no somos más que un cuerpo, ¿cómo es que contamos con ese “algo” que nos permite sentir la corporeidad, que nos permite pensarnos, proyectarnos, enamorarnos, ilusionarnos? ¿Cómo es que podemos interrogarnos y teorizar?

Hay alguien o algo que piensa que piensa. Alguien o algo que siente que tiene sentimientos. Por lo tanto, más allá de definiciones y caracterizaciones, credos y resistencias, sabemos que el ser humano es eso, una conciencia experimentando físicamente su humanidad.

Quizás las resistencias que aún persisten y que tiñen de mito a la palabra espíritu resulten de la incapacidad de deslindarla de sus connotaciones religiosas y esotéricas. Tal vez nuestra sed de explicaciones sea el principal impedimento.

Lo cierto es que, por nuestra misma naturaleza, no podemos no ser espirituales. La misma inmaterialidad de esos pensamientos y sentimientos que, aunque quisiéramos, no podríamos dejar de experimentar es prueba suficiente.

No existen seres humanos espirituales ni seres no espirituales. Hay personas más o menos conscientes de su pensar, de sus emociones, de su energía. Existimos con mayor o menor grado de conexión. Y olvidamos que el propósito de la existencia es simplemente existir.

Te invito a hacerte consciente de tu existencia y a experimentarla del mejor modo posible. Con aciertos y errores, pero siempre en el camino.

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