La noción de otredad se trata del reconocimiento del Otro como un individuo diferente, que no forma parte de la comunidad propia; un otro único, complejo, completo, diferente. Al reconocer la existencia de un Otro, la propia persona asume su identidad. La otredad no implica que el Otro deba ser discriminado o estigmatizado por su raza, religión, grupo social, edad, identidad sexual, u otras; por el contrario, esas diferencias deberían ser valoradas como una riqueza social cuyo reconocimiento nos ayudaría al crecimiento personal.
Un Otro implica la existencia de algo que no es propio y, por lo tanto, que no forma parte de la existencia individual de cada uno. Sin embargo, eso externo, que se rige con autonomía respecto a uno mismo, también puede afectar y alterar la individualidad del sujeto en cuestión que considera la otredad.
La otredad no debería ir aparejada con situaciones como xenofobia, homofobia, racismo, fobia social… Pero, lamentablemente, aún con todo lo luchado, lo hablado, no podemos impedir el surgimiento de estas emociones fóbicas y repudiables con ese otro.
La otredad se construye a partir de la alteridad y de la oposición: el Otro es aquello que nunca fuimos, no somos y no seremos. Incluso podría decirse que el Otro es lo que no queremos ser. Por supuesto, quién es el Otro varía según la perspectiva de cada individuo.
Muchos han analizado en profundidad el tema de la otredad. Este sería el caso, por ejemplo, del filósofo francés Jean Paul Sartre (1905 – 1980), que utilizó ese término para estudiar a fondo la existencia de uno mismo a través de lo que sería la mirada del otro. Así, estableció que la otredad se encontraba presente en el día a día de cualquier persona. ¿Cómo? A través de elementos tales como la empatía, el rechazo, la tolerancia o la simpatía. En concreto, determinó que se mostraba de manera contundente al hacer uso de términos tales como “vergüenza ajena”.
De la misma manera, no podemos pasar por alto tampoco que el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz también abordó el término otredad y todo lo que este lleva aparejado. Así, llegó a expresar que esa necesidad de encontrar lo perdido y de buscar un complemento del que se fue separado lleva muchas veces a la otredad. Desencadena en la marcha al pasado y otras personas para cubrir carencias de diversa tipología.
Suele partirse de una posición etnocéntrica para entender la otredad. Los europeos, por ejemplo, acuñaron la idea del descubrimiento de América para referirse a su llegada al continente, negando desde el lenguaje la existencia de los nativos (el Otro) que habitaban estas tierras.
Podríamos preguntarnos:
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¿Dónde estamos hoy con respecto a ese otro?
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¿Aprendimos algo o solo seguimos juzgando y marginando?
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¿Tendremos la capacidad de entender que siempre somos otro para el otro?
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¿Qué pasaría si pudiéramos mirarlo a ese otro con compasión, empatía, sabiendo que nos construye con sus diferencias?
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¿Podremos aceptarlo siendo ese otro, con su unicidad?
Quizás recién cuando lo logremos, habrá personas amando, construyendo, creciendo y adaptándose. En libertad, unidos por amor. Y no blancos, negros, ricos, pobres, transexuales, homo o heterosexuales, sino simplemente seres humanos.
Dra. Patricia Raimundo
MP 62951 MN158734
Especialista en Psiquiatría y Psicología clinica.
Magister en Neuropsicofarmacología.
Médica Legista.