La pasión es un ingrediente fundamental. La asociamos al amor sexual y a la vida misma. Es una fuerza que nos impulsa y que, una vez despierta, puede volverse incontrolable. Causa de grandes experiencias y placer pero también justificación de acciones equivocadas. La traición, por su parte, es la “falta que comete una persona que no cumple su palabra o que no guarda la fidelidad debida”. ¿Habrá alguien que pueda jactarse de haber transitado esta existencia sin haber pasado por la experiencia de la pasión? ¿Quién no ha sentido traicionados sus sentimientos e ilusiones alguna vez?
¿Qué es la pasión?
Etimológicamente se relaciona con el término griego pathos. En este sentido, adquiere significados posibles y diversos. Pathos se llama uno de los tres modos de la persuasión. El arte de convencer juega un papel protagónico en la cuestión de la traición porque, en las relaciones de pareja por ejemplo, está quien, para cometer infidelidad, se da a la tarea de perseguir y convencer a la “presa”, al objetivo. Se gesta una obsesión en quien engaña que le hace poner en juego toda la artillería para conseguir lo que desea: la palabra dulce, el detalle, la atención, el hombro para el llanto, la contención…
Y cuando estamos con las defensas bajas se presenta la chance perfecta para oportunistas y tentaciones. También está la persona que realiza una auto-persuasión, un auto-convencimiento: se dice “soy infiel porque no tengo otra alternativa”, “amo, pero la relación no está en un buen momento”, “me merezco ser feliz”.
Ya para Aristóteles pathos, origen de la pasión, consistía el uso de los sentimientos humanos para afectar el juicio de un jurado. Desde este punto de vista, un uso típico es intentar transmitir a una audiencia determinada un sentimiento de rechazo hacia el sujeto de un juicio y, con eso, tratar de influir en la sentencia. Así se crean los famosos “argumentos patéticos” y se construyen juicios que destruyen al sujeto en cuestión, sin contemplar verdaderamente el hecho que se está juzgando. Pensemos:
¿Cuántas veces el o la infiel de grado patológico, conquistador y conquistadora empedernidos, nos invita a la aventura, crea argumentos, y nos involucra en historias que, lejos de proporcionarnos esa ansiada felicidad o satisfacción, nos ayudan a profundizar las heridas que ya traemos?
Al principio todo es color de rosas pero, poco a poco, nos volvemos objetos de una manipulación que nos incita a juzgar nuestra personalidad, nuestra vida, nuestras circunstancias, a fin de que caigamos en la conclusión de que allí están las causas de nuestra necesidad de engañar y los fundamentos para seguir haciéndolo. Nos inducen a la conclusión de que el otro “se lo merece”… Pero por qué no nos preguntamos:
¿Qué merecemos nosotros?, ¿vivir a escondidas?, ¿vivir a medias? No somos propiedad de nadie. Podemos vivir como gustemos, pero sin mentirle a otras personas.
Por último, la palabra pathos se utiliza además para hacer referencia a una íntima emoción que despierta otra similar en quien la contempla. Esto es la empatía: Se busca despertar en el otro sentimientos que ya residen en su interior. Entonces aparecen infieles – libres o con compromisos – que nos buscan, que podrán ser el instrumento para la traición pero… ¿únicos culpables? Tampoco.
Debemos hacernos cargo de la parte que nos toca. Más allá de las artimañas y la brillantez de los cazadores, nadie crea en nosotros lo que no llevamos dentro. Nada viene de la nada. Nadie nos obliga a faltar a los compromisos, a traicionar… ni las personas, ni las circunstancias. Hay situaciones y personalidades que accionan los botones justos, pero esos interruptores están ahí porque ya existe en nosotros algo que deben contener.
Pathos dicen también que es la técnica de comunicación que se usa con mayor frecuencia, por sobre la ética y la razón. Es también el enganche principal, el misterio que nos atrapa. Cuidado con el tipo de obras con las que nos dejamos “enganchar”. Si la historia que tenemos ya no funciona, perfecto. Pero bajemos el telón. Vivamos el último acto y empecemos a escribir libreto nuevo.
Somos artistas de nuestra propia vida pero escribir nuestra historia con libertad verdadera, y hacerlo con transparencia, es el mejor camino. La felicidad y la paz no necesitan de engaños.
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