La chica falleció por un ataque de epilepsia. Su familia aún no se presentó como querellante contra los dos sacerdotes y el ex jardinero, que están acusados de abuso sexual de menores.
Andrea tenía 16 años cuando fue mamá. Le dio a entender a su familia que el bebé era hijo de «un chico que vivía en la casa de ella», pero su tía y su hermana mantienen la sospecha de la joven fue víctima de abuso sexual cuando era alumna del Instituto Próvolo de Mendoza.
La joven hipoacúsica murió de un ataque de epilepsia en octubre de 2017, por lo que no pudo declarar en contra de los sacerdotes Horacio Corbacho y Nicola Corradi y el jardinero Armando Gómez aunque había comunicado que quería hacerlo.
Estela, la tía de Andrea, explicó al sitio Clarín que la joven tuvo una recaída en su enfermedad cuando supo que podría quedar en libertad Kumiko Kosaca, una monja que todavía está presa y es investigada como posible cómplice de los abusadores.
«Veía en la tele que se llevaban esposada a la monja y hacía gestos de repudio: ‘mala, mala’, decía», relató Estela, que quedó encargada de criar al hijo de Andrea.
«Jamás supimos quién era el padre del nene. Mi sobrina quedó embarazada cuando iba al Provolo«, reveló Estela.
Andrea, tal es su nombre ficticio para proteger su identidad, había entrado en el Instituto Próvolo cuando estaba en primaria. Era una de los 30 alumnos se quedaba a dormir en el colegio, en teoría cuidada y supervisada por los religiosos y profesores.
En algún momento de la secundaria quedó embarazada, aunque sus amigas nunca le conocieron un novio.
«Ella decía que el nene tenía papá, que era un chico que vivía en la casa de ella. Pero ella salió embarazada del Instituto Provolo, a los 16 años. Se quedó embarazada ahí«, sostuvo la hermana de crianza de Andrea.
La familia de Andrea todavía no se presentó como querellante en el juicio contra Gómez, Corradi y Corbacho, ni pidió un examen de ADN para comprobar quién es el padre del hijo de la joven.
«Nos gustaría saber la verdad», aseguró Estela antes de reconocer que «cuesta animarse», sobre todo por la perspectiva demoledora de que el niño sea el producto de una violación.