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LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO 1967. ¿Conoce usted a Juan Echecopar…?

El delantero oriundo de Pergamino y figura del Estudiantes de Zubeldía en una entrevista íntima con El Gráfico. El futuro inmediato lo premiaría con tres Copas Libertadores y una Intercontinental.

Esta es una historia que nació casi al azar. Porque ni yo me propuse deliberadamente conocerla, ni pienso que el mismo Echecopar pensaba contármela… Me introduje en ella, así, por accidente, caminando por la calle, por una calle de Mendoza; para ser más preciso, cuando Estudiantes fue a jugar allá con el San Martín, hace apenas un par de semanas… Y estoy seguro que Echecopar me contó su historia porque, andando por la calle, se disipa la dureza del reportaje organizado, se rompe esa glacialidad de la pregunta formal y la respuesta elaborada… Y porque además Echecopar tiene apenas veintiún años, y a esa edad los jóvenes sienten algunas veces la necesidad de abrir 3U intimidad, quizá porque todavía sueñan e tal vez porque todavía vacilan… Me contó que había nacido en Pergamino… «Una casa humilde», me dijo, «pero una linda casa, ¿sabe?» Y en ese «¿sabe?» que agregó al final me di cuenta que se refería a los afectos, a la ternura paterna… Sexto grado y en seguida a trabajar en un taller de óptica, allí donde se fabrican los cristales. Pero, como una especie de cadete aventajado, uno de esos chicos llenos de seriedad y muy observador que lo quería aprender todo con la pasión del que busca una carrera en la vida, del que pretende ocupar una posición aventajada…

 

Juan Miguel Echecopar Di Santo empezó a jugar desde los 15 años. Ahora cumple los 21. En el trayecto la tercera campeona y el Metropolitano… Corto tiempo, larga historia.

 

El jugador. La tarde del partido frente a Boca en La Plata. La tarde de su famoso gol sobre la hora. Agresividad. Potencia. Movilidad. Trabajo. Y talento.

Quiso estudiar, pero no pudo. El padre, enfermero de profesión, su madre y las dos hermanas entonces solteras, obligaban a postergar los juegos de la primera adolescencia y el banco del colegio secundario por la realidad de un salario y la esperanza de un futuro… Sólo le quedaba su más grande vocación: el fútbol. Y al fútbol le regalaba febrilmente todas las horas robadas, todos los momentos libres… Ya por entonces era algo solitario… Sus horas transcurrían dentro de la casa en contacto casi permanente con los padres, sin experimentar esa avidez común a su edad por los placeres de la calle, sin compartir ese mundo excitante de la picardía y la travesura… Todo lo que quería era el fútbol. Jugar a la salida de la óptica, jugar los sábados, jugar los domingos. Y en el fútbol encontraba el mejor eco en el estímulo de su padre, jugador alguna vez, aficionado ahora que lo orientaba con su consejo. Y todavía muy chiquilín, ya jugaba en el club del pueblo. Y a los 14 años, con la fiebre de su voluntad inquebrantable, con la fortaleza de ese amor propio y esa voluntad que pone en todo lo que acomete, ya había pasado alguna vez por la primera división del Tráfico Old Boys.

—Siempre fui así… ¿cómo le puedo explicar…? Un poco distinto de los demás muchachos… Y quiero que usted me entienda bien… Ahora mismo soy gran amigo, gran compañero de todos los muchachos de Estudiantes… ¡Usted no se imagina qué muchachada bárbara hay ahí? Nunca tuve una cuestión con nadie ni puedo decir más que elogios para todos… Comparto todos los problemas, me asocio con todas las bromas… ¿Ve Poletti? Es un tipo bárbaro… Bilardo, Madero, Pachamé… Le tengo que nombrar a todos, pero… ¿cómo le puedo decir? Que yo no tengo los mismos gustos de la mayoría, no comparto los mismos gustos en las diversiones que los demás prefieren… No crea que eso me provoca problemas ni piense que me preocupa… ¡No!… Usted no me conoce bien todavía… Yo estoy satisfecho conmigo mismo cuando hago lo que siento porque nunca quiero traicionarme… No quiero ser como algunos que participan de las diversiones de la mayoría aunque no les llame la atención o ni siquiera se diviertan… Si no siento eso… ¿para qué voy a ir?…

 

Luego de Estudiantes, Echecopar jugó en España. Primero militó en el Granada y luego pasó por el Murcia, club en donde se retiró.

Mientras vamos caminando lo observo con disimulo… Y advierto que habla con llamativa seriedad, con la firmeza de quien está muy seguro de sus convicciones. En la cara joven hay frescura, hay salud interior, pero está el dibujo de ese mentón pronunciado lleno de voluntad, la frente ancha y limpia, los pómulos que salen y la nariz prominente que se destaca sobre los rasgos acentuados de la cara enjuta. Vestimenta sobria, sin preocupaciones elegantes, donde se advierte poca sumisión a los dictados de la moda… Echecopar da esa sensación del hombre que ya tiene perfectamente elaborado su horizonte, que al menos pretende conocer lo que quiere, que no se distrae en preocupaciones frívolas y que tampoco siente la seducción de la vida muelle… Por eso no me pare-ce presuntuoso cuando dice audazmente que «el hombre es en la vida lo que se propone ser». Y eso lo dice Echecopar a los 21 años…

—Mire…, yo no le quiero contar una historia triste, pero le puedo asegurar que he pasado algunas horas muy amargas… ¿Sabe a qué edad llegué yo a Estudiantes? Me acuerdo que mi padre me acompañó en el micro desde Pergamino cuando recién cumplía los quince años… Y créame que cuando él se volvió, cuando lo despedí en la estación y me quedé solo, creí que se me terminaba el mundo… Yo que siempre había vivido al lado de ellos… ¿No le parezco un sentimental, no? Pero le aseguro que no me da vergüenza contárselo por-que al cabo fue así… ¿Qué era yo? Un chiquilín criado en las costumbres de una familia, y de pronto me encuentro en una pensión viviendo solo a los 15 años… ¿Usted sabe lo que es una pensión…? Es como vivir con una gran familia y sentirse un extraño con todos…

 

Agosto de 1967. Juan Echecopar Festeja con Estudiantes. En el club fue multicampeón y figura de un equipo que marcó la historia grande del Fútbol Argentino.

EL HOMBRE Y LA POPULARIDAD

Y lo vuelvo a mirar con disimulo porque la reflexión me sorprende… Pero ocurre que Echecopar tiene a menudo ese tipo de reflexiones… Muestra vacilaciones al ordenar las frases, recurre con frecuencia a ese «¿cómo le puedo explicar?» pero tiene la profundidad común a los solitarios, la observación aguda de los silenciosos… Y en el vocabulario trasciende el hábito del lector, el pulimento de la palabra selecta que llega día a día…

—Vea…, yo no sé si conseguí ya ser alguien en el fútbol… Pero, ¿por qué lo voy a engañar? Creo que sí… me falta mucho, que voy a llegar a mucho más porque tengo voluntad y vocación, pero estoy convencido que soy alguien, que tengo un nombre… Le debo mucho a alguna gente a quien le estoy muy agradecido… Como Miguel Ignomiriello, que fue importante en mi formación como persona y como jugador… Y ahora a Osvaldo Zubeldía, un hombre de bien que además me hace aprender algo todos los días… Pero, ¿usted cree que eso sólo me conforma? ¡No…! Yo quiero ser algo más en la vida, ser algo más como persona, como hombre, ¿se da cuenta? El fútbol es lo que más quiero desde que era muy chiquilín, pero no es todo… Me halaga la popularidad, pero sé que eso empieza y termina con el jugador, ¿no es cierto? Usted sin querer se va transformando en una cosa pública, está en ese comentario que al final termina por meterse en su vida de todo los días… Lo llaman por teléfono, le preguntan por qué jugó mal, por qué jugó bien, pero todo es nada más que fútbol, siempre fútbol, ¿se da cuenta? Una muchacha lo llama por teléfono para conocerlo, para salir a pasear, pero, ¿por qué? Porque usted apareció en la tapa de una revista o porque marcó un gol el domingo… ¿Y quiere que le diga una cosa?… Eso a mí me interesa muy poco porque no representa nada en lo que yo pretendo para mí… Ya le dije que quiero ser honesto conmigo mismo… Puedo ser atento, puedo ser cortés y bien educado, pero yo ya sé lo que quiero…Quizá le vuelva a parecer raro pero tengo mi novia, tengo ya todo preparado para casarme muy pronto…

 

Echecopar escapa de la marca y en velocidad encara hacia el arco.

Y me cuenta que su novia, de hace unos tres años, también es de Pergamino, que ahora está cursando la carrera de Farmacia en una Universidad de Religiosas en Rosario… Y que Muchos lunes, después del consentimiento de Zubeldía, porque Echecopar le pide autorización a Zubeldía, hace una visita breve, de apenas unas horas, para ir y volver de Rosario en el mismo día para llegar al entrenamiento de la mañana siguiente…

—Créame que nunca hable de estas cosas… Pero, ¿por qué me voy a mentir si yo lo siento así…? Yo no juzgo a los demás porque viven de otra manera… Pienso que serán felices así y entonces nadie tiene derecho a juzgados mal… Ahí tiene… A veces la gente me pregunta por qué no tengo coche, per qué no compro departamento, por qué no vivo con más lujo… Pero es que a mí no me interesa eso todavía. Gané plata en el fútbol, todo lo que tengo se lo debo a Estudiantes, pero cumplí con lo que ya tenía previsto apenas pudiera hacerlo… Mi ambición era comprarle una casa a mis padres y ya la casa está en Pergamino… Ahora sí que pienso en mi futuro, comprar todo lo que me hace falta para casarme, para poner una casa y vivir bien con la que va a ser mi mujer…

MÁS ALLA DEL JUGADOR

Lo sigo mirando a Echecopar y estoy pensando… El partido. El jugador. La crítica. El elogio. Y detrás de todo eso… ¡cuánto más! Nada más que el hombre en toda su plenitud. La enorme dimensión del hombre con sus sueños, sus vacilaciones, sus proyectos, sus dudas y todo el misterio de su inescrutable intimidad…

 

Juan Echecopar, el delantero figura de Estudiantes posa para El Gráfico.

—¿Sabe lo que es para mí un domingo que se pierde…? Yo veo a los muchachos que se van de la cancha con la señora, o en el auto con la novia, o la familia, y… créame que a mí me dan ganas de llegar cuanto antes a la pensión para meterme en la cama, para descansar y olvidarme de todo… Ni siquiera puedo escuchar a alguien que me hable de fútbol…, ¿me comprende? Vivo con un amigo, con un gran amigo, con un muchacho excepcional… ¿Se acuerda de Espinoza? El arquero que jugaba en Estudiantes y ahora está en Sarmiento… ¡Fíjese cómo lo deben de querer todos los muchachos de Estudiantes que lo llevamos a la gira con nosotros!… Pero, ¿qué pasa? Que a veces él no está y yo siento la necesidad de hablar del partido con alguien, pero con alguien por quien sienta un gran afecto, o quedarme sin hablar, pero estar acompañado por la persona a quien usted estima… ¿No le pasa a usted lo mismo cuando está contento o está triste…? Y no puedo dormir. Entonces me levanto y me voy a caminar por cualquier parte, para meterme entre la gente, pero no gano nada… Porque sólo encuentro caras alegres, gente que sale a pasear los domingos, familias, matrimonios… Todos acompañados… ¿Sabe cómo termino? Me meto en un restaurante o en un cine o me vuelvo a la pensión a leer un libro o lo que me interesa, lo que me despreocupe, y así me quedo hasta la madrugada… Quizá usted puede pensar que me caso así joven porque no puedo estar solo… Pero no lo piense, porque no es así. Por-que entonces sí que me sentiría un débil de carácter… Estoy pensando qué lejos quedó aquel chiquilín que allá en Pergamino apenas soñaba con ser el mejor óptico del mundo. Porque así es Echecopar. Llegar a lo que se propone. Triunfar en lo que intenta. Llegar siempre hasta el final del camino… Le deslizo mis reflexiones y Echecopar lo admite… Admite que «no le gusta perder el tiempo». Que para superar su estado físico se entrena por la mañana con el equipo y muchas veces por la tarde va al club a practicar gimnasia, boxeo, basquetbol… Porque «el fútbol es su profesión y entonces tiene que darle todo lo que puede al fútbol y exigirse todos los sacrificios para llegar a lo que pretende».

—Yo sé que no le pego bien a la pelota, que tengo algunos defectos de manejo…, pero también sé que trabajando todos los días con Osvaldo voy a perfeccionarme, voy a conseguir todo lo que quiero… Mire…, esto no se lo había contado, pero para que usted vea cómo soy yo… Le dije que quiero ser alguien como persona, ¿es verdad? Y a los 19 años me fui a estudiar bachillerato… Hice el primer año como alumno regular, desde las seis hasta las once de la noche, todos los días… Aprobé, pero no pude seguir, porque, ¿vio?, el fútbol ahora es más exigente… Las giras, los partidos afuera, la concentración… Y entonces me estoy preparando para dar segundo y tercero libre… Sólo voy a estudiar inglés aparte… Me cuesta mucho, pero no tengo apuro…, ¿entiende? Pero esté seguro que lo voy a hacer… Pero…, ¿me dice la hora, por favor…? Mire que Osvaldo dio permiso hasta las once y no me gusta llegar tarde…

 

En toda su carrera jugó 174 partidos y marcó 39 goles

Ahora recuerdo que me estuvo contando sobre la gira a Europa… Que después de haber visitado el Escorial sintió la curiosidad por la pintura… Que va a ir a aprender dibujo con un maestro que conoce en La Plata… Y me dijo que se va a casar el 6 de enero que allá en España estuvo hablando con Alfredo Distéfano, de quien es gran admirador, aunque esperaba que Alfredo lo atendiera con más cordialidad que al menos le dedicara un poco más de tiempo… Detrás del jugador, ¡cuánto más!… ¡cuánto más!… La fonética sonora de aquel Echecopar que circuló en todo el país después de aquel famoso gol frente a Boca, que provocó mil comentarios, que provocó cientos de reportajes, tiene también esta historia… Esta historia mucho más anónima, tal vez desconocida… Que ni siquiera yo me propuse conocerla, ni tal vez Echecopar pensó contármela… Tal vez el mismo Echecopar pensó que nunca iba a ser publicada… De todos modos, ahora yo y usted, lector, podremos darnos cuenta por qué Echecopar juega así al fútbol. Por qué corre toda la cancha, por qué está en su área y en la de enfrente, por qué lucha los noventa minutos, por qué tiene esa claridad mental para resolver una maniobra, por qué aparece fugazmente en los claros, por qué es jugador de equipo… Y por qué esta fonética sonora que trasciende de su apellido… Busque detrás de esta historia, asómese a su relato y encontrará la explicación… Cuando nos aproximamos al hotel Osorio, donde se hospedó la delegación, Osvaldo Zubeldía estaba en la puerta de calle controlando la llegada. Eran las once y cinco de la noche, cinco minutos más de la hora establecida…

—Don Osvaldo… Mire…, se me pasó la hora…

Zubeldía apenas contestó. Pero cuando Echecopar desapareció en el interior del hotel me miró, encogiendo los hombros…

—Si éste es un fenómeno… ¿Qué le voy a decir?…

 

Por Ardizzone-El Grafico

Fotos: Alfieri

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