23 noviembre, 2024

Turismo Carretera-Carlos Pairetti, una leyenda viviente: «Empresas de Arrecifes como Gomatro y Annan de Pergamino nos ayudaron con las publicidades».

(Por José Pommarés).- «Los homenajes hay que hacerlos en vida», afirma Carlos Alberto Pairetti, una leyenda del automovilismo nacional, que hoy celebra los 60 años de su debut en Turismo Carretera, categoría en la que fue campeón en 1968 a bordo del célebre Trueno Naranja.

Santafesino de nacimiento y arrecifeño por adopción, Pairetti tendrá un reconocimiento en su pueblo natal, Clucellas, cuya avenida principal llevará su nombre y apellido desde del sábado y a partir del 1 de Mayo, también lo recordará el tramo de la ruta provincial 13 entre Las Rosas y Rafaela.

Carlos Pairetti y su nieto Santino. Foto: archivo – internet.

A la vez, este viernes, en el templo de la velocidad, el autódromo de Rafaela, la Comisión Directiva del Club Atlético inaugurará un mural de «Il Matto» (El Loco) en homenaje a su participación en las «300 Indy» de 1971, en la que el expiloto se midió con los ases del automovilismo norteamericano y finalizó con un histórico 12° puesto.

El año pasado, el Consejo Deliberante de Arrecifes resolvió por «unanimidad» declarar como «Ciudadanos Ilustres» al famoso «Póker de Ases», integrado por Pairetti, Carlos Marincovich (recientemente fallecido), Néstor García Veiga y Post Mortem a Rubén Luis Di Palma.

Pairetti, que cumplirá 87 años el 17 de octubre, recordó con nitidez y precisión el día de su debut en el TC, el 25 de marzo de 1962. Pasó por la casa de su madre en Arrecifes con el motor de su coupé Chevrolet «en marcha» y ella le pidió que «corra despacio» para no tener «riesgos».

«Había llegado a la ciudad a los siete años, luego de la muerte de mi padre en Clucellas. Como mi madre tenía todos sus parientes en esa ciudad, nos afincamos en Arrecifes y a los 18 años me recibí de martillero público para poder vender terrenos en la ciudad», cuenta en diálogo con Télam.

Pero como en esa tierra -conocida como la «Cuna de Campeones»- se respira «nafta», Pairetti se propuso correr a temprana edad: «Primero fui auxilio de Néstor Marincovich, tío de Carlos, que se mató en 1961. Su Chevrolet ’39 quedó guardado en un galpón y lo compramos con cuatro amigos a 550 mil pesos de esa época. Cada uno puso 110 mil pesos. Empresas de Arrecifes como Gomatro y Annan de Pergamino nos ayudaron con las publicidades».

El auto viajó a Buenos Aires, a la calle Cabello, para que el preparador Bernardo Pérez, que alistó los autos de Juan Manuel Fangio y José Froilán González en Europa, se ocupara del TC. El 24 de marzo, a contrarreloj, Pérez arribó a la tarde conduciendo el Chevrolet 39, que ya tenía pintado el número 56 para debutar en la Vuelta de Pergamino.

«Ya era de noche cuando pude tener contacto con el auto, y sin luces hice una «Tiradita» (prueba de velocidad) en la ruta que une Arrecifes y Salto. Eso calmó mis nervios. Dormí en Arrecifes, y bien temprano partimos para recorrer los 50 kilómetros entre Arrecifes y Pergamino. Llovía, algo nada bueno para un debutante, pero lo grandioso fue que antes de largar, se acercó nada menos que Juan Gálvez (nueve veces campeón de TC), y yo no lo podía creer», se emocionó.

«¿Vos eras Pairetti? – preguntó quien ya lo conocía como auxilio de Marincovich-. Me deseó mucha suerte y me dio un consejo: ‘Tené cuidado que este auto es muy rápido, andá con precaución, es tu primera carrera, está lloviznando, cuidate'».

«Balbuceando le agradecí y le dije: ‘Sí Juan, le agradezco mucho que se haya acordado de mi, que me haya venido a saludar’. No lo olvidaré jamás».

«Largamos y el primer cartel que me ponen mis auxilios decía ‘1° por un segundo’. Le decía a mi acompañante Roberto Aguirre, todo por señas, que íbamos 11° y él me decía que estaba loco, que marchábamos primeros, delante de los Emiliozzi y Santiago Saigós. Entonces me di cuenta que debutaba y punteaba la carrera en la primera vuelta», recordó.

En el último giro, cuando ya había perdido la punta, sufrió un retraso por la rotura de una manguera, que lo marginó al décimo lugar, de todos modos, meritorio, en una carrera que se adjudicaron Santiago Luján y Jorge Saigós.

Pairetti dejó su sello en el automovilismo porque con su estilo aguerrido, combativo, inclaudicable y versátil se ganó el corazón de todos. Hizo maravillas con cada auto que condujo y podía brillar tanto en el barro del TC (ganó dos Grandes Premios ’63 y ’66) como en los autódromos.

Fue también espectacular su paso por la Fórmula 3 Europea e Indy Car en Rafaela, allá por el ’66, y corrió en el Mundial de Marcas de Sport Prototipo (con Ferrari y Alfa Romeo).

Hoy, a siete meses de cumplir 87 años, Carlos Alberto Pairetti tendrá merecidos homenajes, en vida, como le gusta decir. El ambiente del automovilismo sabe reconocer a los grandes, como lo es, fue y será, «Il Matto».

(Télam/DIB)

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