EDITORIAL-LA HISTORIA DE VICTORIO
Por Grace Mesa
Hace un tiempo vi una entrevista a un biólogo molecular, un científico investigador argentino. La biología molecular estudia la fracción más pequeña de materia existente, o sea la molécula. Aunque no soy experta en el tema, para que nos demos una idea, una célula es pequeña, tanto que sólo se puede observar con un microscopio potente, pero las moléculas son como los ladrillos que forman las células o sea que aún son mucho más difíciles de observar y estas son las que estudia la biología molecular. Estos estudios están dirigidos entre otras cosas a encontrar el origen de diferentes enfermedades a través de estudiar organismos pequeños como los virus.
Explicaba este científico que este trabajo no responde a un horario estable, pues al trabajar con organismos vivos están a merced de las reacciones de estos organismos que como todo organismo vivo, debe ser alimentado y limpiado, sí, aunque nos parezca increíble, y todo esto puede ocurrir en horas de la madrugada o a intervalos que no permiten que los científicos puedan planear una vida social libre, sino que en el transcurso de una investigación deben estar a disponibilidad para observar, vigilar, estudiar y atender el micro-organismo que en ese momento se esté manipulando, de no hacerlo de esa forma disciplinada todo el proceso podría desperdiciarse.
Pero lo que más llamo mi atención fue cuando hizo la siguiente declaración:
-Todos los que trabajamos en esto sabemos que casi el 99 % de nuestros experimentos están condenados al fracaso. Pero es el sistema de trabajo requerido, nuestro pan diario es el fracaso. Imagínense que ninguna investigación para curar una enfermedad, tiene éxito en el primer intento, tampoco en el segundo, ni el tercero, se tienen que hacer miles de pruebas para arribar a una pequeña vislumbre de posibilidad de éxito, pero eso no nos preocupa, sabemos que así es el trabajo.
El entrevistador le preguntó si eso no resultaba frustrante, el científico respondió: -No, para nada, porque ningún fracaso se desperdicia, porque miles de otros científicos en el mundo están investigando y muchos están estudiando lo mismo, así que cuando nosotros fracasamos aplicando alguna técnica, informamos a los otros científicos de nuestros resultados para que ellos sepan cual fue la técnica o la aplicación que falló y ellos no pierden su tiempo en intentos inútiles.
ESTO ME HIZO REFLEXIONAR EN FORMA INMEDIATA.
Cuántas veces hemos fracasado en diferentes hechos y áreas de nuestra vida y lo vivimos con amargura, tristeza, decepción, y una sensación de subestimación personal, cuando simplemente estamos en un proceso de aprendizaje y como tal incluye errores y aciertos y a veces más errores que aciertos.
Lo importante es capitalizar el fracaso, tomar nota de lo que no debemos volver a hacer, y seguir adelante intentándolo honestamente.
La perseverancia no admite desaliento ante el fracaso.
Y así lo entendió el equipo de cirugía cardíaca fetal del Hospital Garrahan quienes operaron a Victorio dentro del vientre de su mamá Noelia Ortega oriunda de Pergamino.
Miremos a partir de ahora el fracaso de manera distinta, no como un gigante que nos ha vencido y humillado, sino como una experiencia, pero que siempre nos da el rédito del aprendizaje.
¿Observamos los niños? Se caen, se sacuden el polvo, tal vez lloren un momento, pero se levantan y siguen corriendo, jugando, intentando, no se detienen ante el primer fracaso, ni siquiera conocen la palabra, ni su significado, lo intentarán una y otra vez.
¿HAY MIEDO AL FRACASO QUE PUEDA DETENERNOS?
Victorio con 2,9 kilos nos demuestra que No.