Editorial-LA IDENTIDAD OCULTA
Casi todos sabemos nuestra historia. De dónde venimos, quienes son o fueron nuestros padres, nuestros abuelos, retazos de historias recogidos desde nuestra infancia a través de diferentes fuentes nos han servido para entender quienes somos, cual es nuestro origen, lo que nos permite encontrar nuestro lugar en el mundo sin muchas dudas salvo las de nuestra lucha cotidiana para reafirmarnos y seguir construyendo nuestro presente con vías al porvenir.
Pero existe una franja de la sociedad que se ve en la disyuntiva de armar un pasado que está incompleto. Personas que en la elaboración de su historia se encuentran a veces con un agujero negro que parece haberse tragado tramos de tiempo y datos importantes que impiden completar este mapa de vida necesario para terminar de saber quiénes son y de donde provienen. Y esto en forma literal. Muchos hombres y mujeres llegan a un momento de su vida en que descubren que su historia no es como se la contaron, porque existe una madre o un padre o ambos que nunca conocieron, es más en algunos casos de los que nunca tuvieron noticias de su existencia.
Por esas decisiones incomprensibles que no juzgo, muchos padres adoptivos o del corazón como se quiera llamar, ocultan a sus hijos la historia de vida que los precede y piensan que nunca se llegará a saber nada. Pero antes o después la verdad siempre se hace presente; un amigo de la familia, un pariente, alguien que desliza sin querer o intencionadamente esa verdad, descorre el velo que escondió durante años la presencia fantasmal del padre o la madre en un pasado que alcanza el presente.
Los hijos de la identidad oculta comienzan entonces un periplo que va desde la angustia, la curiosidad, la tristeza a la búsqueda incesante de lo que hoy se sabe inconcluso.
Todos necesitamos saber…
Si de niños queríamos saber de nuestros abuelos ya fallecidos y tenemos la sensación que hay un retazo de historia que nos perdimos, cuanto más un hijo o hija necesitan saber cómo, cuando, donde, comenzó su historia que se encuentra también junto a la historia de sus padres.
Es probable que muchos de nosotros tengamos casos cercanos de jóvenes y no tanto, que buscaron o buscan esos datos que los guíen como migas de pan al retorno del comienzo de todo.
Recuerdo cuando mi madre a la que creí huérfana y criada por su abuela me contó a sus 50 años que se había enterado por una pariente que su madre no había muerto, sino que su padre le había mentido. El impacto de ella era también el mío.
A lo largo de la vida ocurren pérdidas terribles, pero me atrevo a decir que la peor de todas es la de la identidad.
Aunque construyamos una historia de la que tenemos memoria, con un nombre y un documento que acredita nuestra existencia, el no saber realmente de donde provenimos es una puerta sin cerrar que nos reclama siempre atravesarla para encontrar la parte desconocida de nuestra vida.
Por eso desde este lugar con los pocos o muchos recursos que podamos brindar siempre estaremos a disposición de aquellos que necesiten cerrar su historia con el final que encuentren pero que es inevitablemente necesario.