Locales-Habla el dueño de Ossira tras el secuestro de su hija: «Prendieron fuego la camioneta con ella adentro»
José no estaba muy preparado, por así decirlo. Tenía la cara tapada por un pasamontañas, una pistola vieja, un Ford Falcon registrado a su nombre como auto de fuga, destartalado y desvencijado. Abordó la Jeep Grand Cherokee de la familia Sterlicchio que Raúl manejaba tras traer a Inés de una fiesta para llevarlo a un descampado, donde se desharía de la Jeep para trasladar a su víctima al Falcon, luego de pedirle el rescate a Sterlicchio padre desde el teléfono de su hija. En el medio, José le disparó a su propio hermano, el toque de distinción de un golpe amateur, improvisado, un poco desastroso.
«Fue todo tan impresentable», asegura Luis a Infobae en el primer reportaje que da tras el secuestro de su hija: «Llevaron la Jeep al descampado para quemarla. En el apuro se olvidaron a mi hija en el asiento de atrás. Mientras le echaban fuego, escucharon sus gritos y la sacaron.» Los llamados de la negociación se hacían desde el teléfono de Inés. En el apuro, los secuestradores no solo se olvidaron a Inés dentro de la Grand Cherokee en llamas. «Se olvidaron el teléfono de mi hija, que quedó adentro», dice Sterlicchio: «José tuvo que negociar desde su propia línea de celular.»
Inés sería liberada a las pocas horas luego de pasear por Pergamino en el baúl del Falcon. «Estaba atado con alambre, mi hija podía ver desde la hendija», asegura el empresario. Los hermanos Romero le pidieron reunir «un millón de pesos, un poco difícil un domingo a las 7 de la mañana, no querían aceptar dólares, sólo pesos», dice: «Solo pude juntar 15 mil dólares, que aceptaron. Mi mujer, en el apuro, metió cinco mil más en el bolso.«
La entrega fue pactada en un santuario del Gauchito Gil, no muy lejos del Aeroclub de la zona. Sterlicchio depositaría el bolso color gris con plata en el santuario, Romero se la llevaría y soltaría a Inés. Al final, el bolso se quedó en su lugar, el secuestrador no se llevaría el botín. Inés sería soltada poco después. «Se le quedó el Falcon, el auto lo dejó a pata», dice el empresario, que recibió los 20 mil dólares de vuelta de manos de la DDI de Pergamino: «Como te decía, todo impresentable.»
Las cosas, menos de una semana después del hecho, están más tranquilas: «Bajó la espuma», asegura el empresario.
Raúl y José Romero ya fueron detenidos tras una investigación del juez Carlos Villafuerte Ruzo y el fiscal Matías Di Lello junto a la UFESE, la unidad antisecuestros de la Procuración bajo el fiscal Santiago Marquevich. José Romero fue encontrado bajo un puente, lo tuvieron que correr un poco por el campo, su tatuaje en la cara lo hacía un blanco fácil. Raúl fue arrestado en la calle. Inés recobró una cierta calma, pudo reconocer al hermano de su custodio en una rueda. «Quiero agradecer a la DDI de Pergamino, al fiscal Di Lello, quiero elogiar lo bien que se portó la Policía, estoy contento con el fiscal», asegura el empresario.
-¿Sospechó una traición en algún momento?
Sterlicchio: Jamás se me hubiese pasado por la cabeza. Nuestro custodio de siempre fue Enrique, el suegro de Raúl, que nos pidió trabajo para él. Los sábados es su día franco y poníamos a otro custodio. Le pidió a nuestra jefa de personal darle una mano a su yerno, no tenía antecedentes penales. Raúl tenía buena relación con mi hija pero no eran confidentes. Enrique era de nuestra suma confianza, no creía que su yerno pudiera tener estos pensamientos.
-¿Qué recuerda su hija? ¿Le pareció actuado el secuestro? Los secuestros extorsivos son cosas breves, muy violentas.
Sterlicchio: Después se descubrió que había llamados entre ellos en días en que José no había trabajado, llamado que se repitió el día del secuestro. Lo del tiro en el hombro fue un acting, encima al hermano, todo muy raro. Mi hija nunca escuchó un ‘hijo de puta’, una amenaza, un insulto. Era todo ‘correte’, ‘movete’, muy pautado.
José Romero se negó a declarar ante el fiscal Di Lello. Mañana será el turno de su hermano, adelantan fuentes en el expediente que descartan la participación de un tercero. Las pruebas, hasta ahora, apuntan a una sola cosa: un secuestro teatralizado, un pacto entre hermanos para llevarse el botín por un secuestro extorsivo más grande en tiempos recientes, que quedó olvidado en un bolso junto a una estatua del Gauchito Gil, con un viejo Ford Falcon que nunca volvería a arrancar.
Fuente:Infobae