Salud- La felicidad desde una perspectiva yóguica.
¿Qué es la felicidad? Pregunta compleja si las hay. Búsqueda que se abre hacia el infinito, hacia el abismo.
Podemos intentar responder desde múltiples áreas del conocimiento. Pero lo cierto es que, más allá de encontrar explicaciones más o menos satisfactorias, la felicidad continúa siendo, muchas veces, un misterio y una conquista que algunos creen imposible. No importa la consistencia y fundamento de la explicación. Sin experiencia no hay felicidad posible.
Buscamos certezas. Ganamos seguridad, pero al mismo tiempo esa contención explicativa o la negación nos inmovilizan. Por sobre cualquier ideología y creencia, el vacío, cuando se produce, es un grito que, estrepitoso o ahogado, no puede callarse. Más aún, no debe silenciarse. Esa insatisfacción que quisieras hacer desaparecer es, en realidad, tu mejor amiga. Es el signo que viene a despertarte.
Desde el punto de vista yóguico, hay distintos tipos de felicidad. El tema es bastante intenso y extenso, pero podríamos resumirlo del siguiente modo: Para los yoguis, que ya proponían esto en la antigüedad, hay tres palabras clave (del sánscrito) que nos guían en la búsqueda, en el tránsito hacia la felicidad. Esas palabras son sukha, santosha y ananda. Podríamos identificar una cierta gradación entre la «calidad» de felicidad que ofrece cada una de estas instancias. Partimos de una felicidad con objeto (sukha), una felicidad que necesita una causa concreta para existir. Esa causa puede ser de las denominadas bien aspectadas o todo lo contrario. Podemos estar felices, por ejemplo, por tener hijos, y al mismo tiempo que estos sean nuestra causa de sufrimiento. El secreto está en saber manejar el apego y en transitar la vida con aceptación. El apego a las cosas (bienes, personas, situaciones, etc.), que con fines prácticos nuestra mente cataloga como buenas o malas, siempre nos llevará a sufrir. Así, este tipo de felicidad básica tiende a crear su opuesto: la tristeza. Podemos, entonces, practicar una felicidad basada en la voluntad (santosha). Podemos crear un hábito para tratar de sostener el mayor tiempo posible, y a pesar de cualquier circunstancia, un estado de contento. Esta voluntad se entrena, como un músculo, y dicho entrenamiento genera que con el tiempo el estado de felicidad se manifieste naturalmente. Por último, para quienes están firmemente determinados a ser felices y logran una conexión interna y con la existencia toda, se manifiesta la felicidad propia del ser (ananda). Sí, la felicidad del ser. Sin necesidad de teñir la cuestión de misticismo o esoterismo. Ser. Simplemente. Existir, en conexión plena con el presente.
Lo más importante es destacar que ninguno de los estados anteriores es absoluto ni permanente; en tanto seres humanos, oscilamos entre el ser y la materialidad. Estamos, por ende, sujetos a la fluctuación. Ahora bien, más allá de estos vaivenes de la vida, ¿no podríamos desdramatizar y plantearnos la posibilidad de ser seres felices y en plenitud que por momentos deben experimentar situaciones y emociones negativas?
La felicidad no es un estado perfecto, acabado, adquirible, medible ni absoluto, al menos en este plano. La felicidad es una esencia natural que puja por manifestarse y que lo único que necesita es que saquemos el foco de todo lo demás.
Existe en Yoga una técnica muy buena que nos conecta con la felicidad: Santosha mudra.
El Mudra Yoga es un lenguaje silencioso de autoexpresión utilizado en las enseñanzas budista e hindú, especialmente en el Hatha Yoga. Se basa en posturas o gestos corporales que podemos realizar con los dedos de las manos o con distintas partes del cuerpo a fin de abrir, liberar o cerrar las corrientes de energía internas, según el efecto que deseemos lograr. Estos gestos tienen efectos psicoenergéticos, son como mensajes enviados desde las terminaciones nerviosas desde la parte del cuerpo involucrada en el ejercicio al cerebro. Para decirlo de alguna manera, nuestro cuerpo “habla”, se comunica internamente con la mente. Sabemos que mente y cuerpo son una unidad vital esencialmente interconectada. Los mudras se utilizan entonces desde tiempos inmemoriales para canalizar, equilibrar y restaurar el nivel energético de nuestro cuerpo. Al realizar ciertas presiones, la energía puede fluir por los canales energéticos y el resultado es una sensación de equilibrio, paz, seguridad y tranquilidad. Podemos decir que los mudras tienen poderes terapéuticos o curativos sobre el cuerpo, la mente y las emociones.
Si querés comenzar con la práctica de Mudra Yoga podés hacer algo que conocés desde que naciste y que seguramente a veces olvidás: el mudra de la sonrisa (Santosha mudra). Para Occidente no es más que un gesto social, amable, o una reacción. Sería como el efecto de la felicidad. Pero en Yoga y para la cultura oriental, es al revés. Santosha mudra, la sonrisa, puede ser causa y ejercicio de felicidad.
¿Viste que cuando sonreís o te sonríen es contagioso? Imaginá cómo cambiarían las cosas para vos y para los demás si pudieras sostener y practicar voluntariamente ese gesto, si pudieras trascender la vergüenza, el pudor, los condicionamientos, la crítica. ¿Es difícil? ¿El contexto no ayuda? El contexto, el mundo, no van a cambiar producto de tu accionar; tu vida sí.
La técnica de Santosha Mudra es simple. Te levantás a la mañana (y si no lo hacés en el momento del día que puedas), te ponés frente a un espejo, aunque no es indispensable, y sonreís. Te vas a sorprender tal vez, porque suele resultar más movilizante de lo que creemos. Elevás notoriamente las comisuras de los labios y tratás de sostener la sonrisa por tres minutos, como mínimo. Durante ese tiempo se generan los cambios químicos necesarios para que el cerebro reaccione y libere las sustancias que nos predisponen al estado de contento. Puede que tu cambio de energía y de actitud también afecte positivamente a tu entorno. Como todo, es la práctica sostenida la que permite observar con el tiempo resultados positivos.
¿Qué perdés con probar? Cualquiera puede realizar este tipo de Yoga. Si no lo hacés quizás sí te estarías perdiendo la oportunidad de poner en práctica un modo de descubrir la felicidad.
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