Soñar, viajar, amar – Hoy: Un paseo por el Río Magdalena
Para vos, amante de los viajes, de las travesías, a quien, en uno o en miles de kilómetros, los caminos te conectan con el sentido más profundo del goce de la vida; para que, por los aires, los mares, las rutas terrestres o por medio de imágenes y de palabras, puedas sentir un poco más cerca la belleza diversa que nos regala este mundo, en naturaleza y en cultura, continuamos con La Bitácora de Ada Luna, un espacio donde te presentaré diversos destinos e historias, porque LA VIDA ES UN VIAJE. En esta oportunidad te acerco al Río Magdalena, un mítico brazo de agua dulce de la bella Colombia, también inmortalizado por la literatura de Gabriel García Márquez y evocado en una popular canción de Shakira, banda sonora de la película El amor en los tiempos del cólera.
LA BITÁCORA DE ADA LUNA
Destinos internacionales
Hoy te presento: Río Magdalena, Colombia
«Un río para unirlos a todos», comenzaría diciendo si quisiera hallar la forma de representar su inmensidad, su carácter multiforme y complejo, la fascinación que provoca en quienes se aventuran a fluir con él. Los ríos, sus aguas, son canales que fluyen en una sola dirección; sin embargo, son, al mismo tiempo, vehículos bidireccionales: se llevan y traen cosas. Así, también, como los objetos que, yendo o viniendo, se dejan arrastrar por estos flujos, los ríos llevan y traen amores. ¿Ya leíste El amor en los tiempos del cólera, el libro que te recomendé en la última entrega de la bitácora? ¿O viste la película? El Río Magdalena tiene un rol central en la obra, como lo tiene en la geografía colombiana. Es el río mítico que, primero, promete una travesía para olvidar un amor imposible y que, muchos años después, se ofrece como escenario para consumar ese mismo amor y la pasión que, a pesar de todo, no lograron ahogar las aguas del tiempo.
El Río Magdalena nace en el extremo suroccidental de Colombia, a unos 3.685 metros de elevación, en la laguna de la Magdalena, en la zona conocida como el Páramo de las Papas, correspondiente al Macizo Colombiano, Departamento del Huila. En sus flujos más estrechos, mide solo 2.20 metros de ancho, pero en las zonas donde sus aguas corren a rienda suelta, llega a ganar una anchura de 1.073 metros. Surca casi el país completo, atravesando los más variados paisajes, para terminar su viaje en el Mar Caribe, Océano Atlántico, en Bocas de Ceniza. Como verás, todo en relación con esta arteria hídrica se tiñe de metáforas, tal como en las obras de Gabo y como en la canción que lo inmortaliza:
«Como el Río Magdalena
Que se funde en la arena del mar
Quiero fundirme yo en ti.Hay amores que se vuelven resistentes a los daños
Como el vino que mejora con los años
Así crece lo que siento yo por ti.Hay amores que se esperan al invierno y florecen
Fragmento de la letra musical de Hay amores, compuesta por Antonio Pinto y Shakira
En las noches del otoño reverdecen
Tal como el amor que siento yo por ti«
El Magdalena cruza el país a lo largo de 1.600 km. El Canal del Dique también sirve como tributario de sus aguas, que llegan al mar en la Bahía de Cartagena. En su recorrido recibe la afluencia más de quinientos ríos y pasa por numerosas quebradas.
Este río único fluye de sur a norte por un valle interandino ubicado entre las cordilleras Central y Oriental de los Andes.
Fue el primer día del mes de abril del año 1501 cuando el conquistador Rodrigo de Bastidas (aunque también se atribuye el descubrimiento a Juan de la Cosa y a Pedro de Heredia) tomó conocimiento de él y le dio el nombre de Río Grande de la Magdalena, en honor a Santa María Magdalena. Desde ese momento al día de hoy, este gigante de aguas dulces ha sido testigo del desarrollo de pueblos, civilizaciones y diversas culturas, de su historia y de su vida. No en vano lo llaman también “Río de la patria” o “El río de la historia”.
En tiempos prehispánicos, el río se utilizaba como medio de comunicación entre las comunidades indígenas. Ya en épocas de la colonización, los españoles articulaban por su intermedio el Caribe y Santa Fe de Bogotá, los puertos de Santa Marta y Cartagena, con la sede política del país. La historia comercial y esclavista de Colombia hizo mella en las aguas del Magdalena, que también tuvo un rol protagónico en el sistema de correo. Pequeñas lanchas lo surcaban y podían demorar hasta dos meses en llegar a su destino. También eran comunes los Champanes (canoas) a cargo de los bogas, hombres diestros que sabían sortear las dificultades que se presentaban en las largas y desafiantes travesías que el río imponía. Tras la independencia, se sumaron otras regiones del país como escalas: Girardot, Puerto Berrío, Puerto Boyacá, Puerto Salgar, Tamalameque y Barrancabermeja, entre otras.
La época de oro fue entre finales de siglo XIX y mitad del siglo XX, en las décadas de 1920 y 1930, en que los buques de vapor surcaban sus aguas, con grandes celebraciones a bordo. Aunque no todo era color de rosas: en períodos de sequía podían quedar varados, a merced de caimanes y de toda clase de insectos cuyas picaduras provocaban graves enfermedades. Hubo, además, hidroaviones que acuatizaban en el Río Magdalena.
En un barco similar los protagonistas de El amor en los tiempos del cólera se entregaron por primera vez a la pasión y sellaron esa unión esperada por largos años. Las travesías no eran desconocidas para el autor de la novela. Gabo recorrió el río varias veces en su época de estudiante, cuando iba y venía de su internado, en Zipaquirá. En sus memorias, Vivir para contarla (2002), da testimonio de ello y narra las parrandas interminables a las que asistía a bordo de los buques, que iban repletos de estudiantes y que surcaban un paisaje desbordante de fauna y flora exóticas. Afirmaba que, desde su primer viaje, en 1943, a bordo del famoso buque David Arango, quedó fascinado con la palpitante vida que se desplegaba en la arteria fluvial de Colombia. En su novela, más allá del papel del Magdalena como testigo de una inolvidable historia de amor, García Márquez también denuncia una problemática que hoy se ha profundizado: la explotación indiscriminada del río y de la vegetación, la contaminación, en suma, el deterioro cruel e inconsciente de este Río de la Patria y de la Historia.
“Navegaban muy despacio por un río sin orillas que se dispersaba entre playones áridos hasta el horizonte. Pero al contrario de las aguas turbias de la desembocadura, aquellas eran lentas y diáfanas, y tenían un resplandor de metal bajo el sol despiadado. Fermina Daza tuvo la impresión de que era un delta poblado de islas de arena.
Fragmento de El amor en los tiempos del cólera
— Es lo poco que nos va quedando del río – le dijo el capitán.
Florentino Ariza, en efecto, estaba sorprendido de los cambios, y lo estaría más al día siguiente, cuando la navegación se hizo más difícil, y se dio cuenta de que el río padre de La Magdalena, uno de los grandes del mundo, era solo una ilusión de la memoria. El capitán Samaritano les explicó cómo la deforestación irracional había acabado con el río en cincuenta años»
Actualmente se desarrolla un plan de recuperación y saneamiento y también de reactivación de los viajes de turismo, los cuales se pondrían en marcha a partir de 2023 para revalorizar la principal arteria fluvial del país. Se utilizará una embarcación moderna tipo crucero, a cargo del operador turístico Metropolitan Touring en asociación con la compañía AmaWaterways. Todo está previsto para la noche del martes 23 de diciembre de 2023. El crucero zarpará desde Cartagena y realizará 750 km de navegación fluvial, por lo que se conoce como el Bajo Magdalena. Se realizarán siete paradas, que no necesariamente serán poblaciones. Según afirman, hay ciénagas que también pueden hacer parte de esas postas de descanso para practicar kayak, caminatas y avistamiento de aves.
Si querés conocer más de la literatura de Gabo en que las aguas del Magdalena se escurren, te recomiendo también El general en su laberinto (1989). Animate. Leer, como la vida, también es un viaje.
Y si te interesa conocer más sobre Cartagena y otros sitios del Caribe, recordá que en Destino Soñado TV podés encontrar muy buenos contenidos:
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Redacción: Diana Santoro
Prof. de Literatura, de Yoga, comunicadora, productora de contenidos y divulgadora del Arte del Buen Vivir – Viajera incurable.
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