Soñar, viajar, amar – Hoy: El Caribe siempre estuvo cerca. De Praia do Machado a Ilha Cataguas, Brasil.
LA BITÁCORA DE ADA LUNA
Destinos internacionales
Para vos, amante de los viajes, de las travesías, a quien, en uno o en miles de kilómetros, los caminos te conectan con el sentido más profundo del goce de la vida; para que, por los aires, los mares, las rutas terrestres o por medio de imágenes y de palabras, puedas sentir un poco más cerca la belleza diversa que nos regala este mundo, en naturaleza y en cultura, continuamos con La Bitácora de Ada Luna, un espacio donde te presentaré diversos destinos e historias, porque LA VIDA ES UN VIAJE.
@diana_santoro_
El Caribe siempre estuvo cerca:
Te traigo, en esta oportunidad, algo de mi experiencia en el Caribe Brasileño, un lugar paradisíaco donde, aunque no lo creas, se puede llegar en automóvil. Te invito a conocer Praia do Machado, en Angra dos Reis, y a soñar con una travesía embarcada hacia Cataguas, una isla de ensueño.
Este viaje comenzó, como la mayoría en mi caso, en mi mente, con una de esas fotos que, en un día de buceos soñadores por la web, aparece y te enamora en un instante. Ahí estaba: Angra dos Reis. Fiel a mi pasión por las letras, quise saber de inmediato algo más sobre esa imagen que tenía aroma a paraíso terrenal. Así fue como comencé a indagar sobre la historia del lugar y acerca de su nombre. Te cuento que «Angra dos Reis» significa «Ensenada de los Reyes». Fue Gaspar de Lemos, comandante de una flota naval portuguesa que encalló en Ilha Grande el 6 de enero de 1502, Día de Reyes, quien decidió bautizar el lugar con ese nombre en honor a la fecha. Y sí, allí fue donde, pasados mis treinta años, finalmente conocí a los Reyes Magos, que me tenían reservado el mejor de los regalos: avistajes de playas inolvidables.
Los Reyes Magos andan por las costas de Brasil e, imponentes, vigilan el mar, días y noches, bajo el sol y las estrellas, rodeados por los infaltables morros. Pararse junto a ellos instala al viajero, literal y simbólicamente, en la pequeñez; lo vuelve un poco niño otra vez.
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Angra dos Reis es un municipio del estado de Río de Janeiro, en el suroeste del país. Está formado por nada menos que por trescientas sesenta y cinco islas y un pequeño puerto que las comunica. Ilha Grande es su mayor punto de referencia y la que lo hace conocido en el mundo por sus increíbles playas e impactante biodiversidad.
Movilizada, llamada, por este destino, continué mi investigación y descubrí que estaba a solo 2576 km de mi ciudad, Pergamino, en la provincia de Buenos Aires. El Caribe, tan soñado, se sentía muy cerca. Tanto que un Volkswagen Gol 1998 sería más que suficiente para llegar allí.
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En un lugar que ofrece tanto, no era tarea sencilla elegir dónde hospedarse; y, al ser un destino muy solicitado, no es lo más recomendable ir sin ninguna reserva que cubra, al menos, los primeros días de estadía y deje el resto a la aventura. Como se trataba de mi primer viaje al lugar, recurrí a una famosa plataforma, y la causalidad quiso que diera con la casa de Lionel, en Praia do Machado, y con él, que resultó un anfitrión maravilloso.
Podrás imaginar cómo son las mañanas y las noches en un balconeo así, sobre el mar, con una playa exclusivamente para vos, con unas aguas cálidas, claras, que evocan la tranquilidad de un lago. Un lugar donde, si se dejan las puertas y ventanas abiertas, las aves ingresan y vuelan en la casa, llenando los espacios de aire a libertad, a sana convivencia con la naturaleza.
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Y los desayunos se llenaban de aroma a pan recién horneado cuando, tras espera expectante, acodada en las barandas, avistando la callecita que nos separaba de la playa, aparecía el mítico escarabajo con que un lugareño despertaba al barrio tocando una bocina y se detenía en cada casa para dejar ese manjar matutino tan ansiado. Esa escena cotidiana era el pasaje hacia lo que parecía una vida de otros tiempos.
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Praia do Machado es una playa que pasa casi desapercibida en el marco de la cantidad de sitios que ofrece Angra dos Reis. Sin embargo, quien desee tranquilidad, seguridad y ver realmente cómo se vive en un barrio de la zona, bien puede elegir este espacio para hacer base y luego, desde allí, trasladarse hacia los múltiples puntos de interés con que Angra cuenta. Para quienes no cuentan con movilidad propia, a pocas cuadras de esta casa, se encuentra una importante ruta, que es recorrida por autobuses que, en pocos minutos y por un módico precio, unen los principales poblados.
Utilizar el transporte público en otros países es toda una experiencia que vale por sí misma. Así supe, por ejemplo, que existen ciudades donde, a pesar del tráfico intenso, el autobús frena, sin necesidad de semáforo que se lo imponga, para que un peatón cruce. Puede parecer un detalle poco importante; sin embargo, para mí los viajes no son solo físicos, son mentales, emocionales y culturales, son el acercamiento directo a la experiencia de ver otras formas de ser humanos.
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Otras virtudes de Praia do Machado, además de la tranquilidad y familiaridad que allí se respiran, son la exuberancia de la vegetación y la oferta gastronómica accesible. El peixe frito está siempre a la orden del día. Lo que debe tenerse en cuenta es que en Brasil, en las zonas menos comerciales, los locales no están abiertos más allá de las nueve o diez de la noche, por lo que se cena mucho más temprano. Pero, para quienes gusten de disfrutar más las horas nocturnas, la luna y las estrellas, y elijan hospedarse en una casa o espacio con cocina o en un espacio que lo permita, siempre es posible aprender a preparar las propias caipirinhas y saborearlas en intimidad con esa playa que al ocultarse el sol también tiene su encanto.
La frutilla del postre: Ilha Cataguas
Y Angra tenía reservado el descubrimiento de un tesoro: Cataguas, una isla que, en menos de media hora, puede recorrerse a pie, donde las aguas cristalinas, cálidas, albergan miles de peces multicolores que nadan sin problemas alrededor de los visitantes.
Hay muchas opciones para llegar allí. La mejor, en mi opinión, es contratar una lancha particular. Así, en un casi puerta a puerta, de la Praia do Machado que bañaba las costas de la casa de Lionel desembarcamos en Cataguas. En unos pocos minutos estábamos en medio de un mar turquesa, calmo, con extensas explanadas de poca profundidad. Instantáneamente, la distancia entre la realidad y esas ensoñaciones que, a quienes amamos el mar, nos asaltan cuando cerramos los ojos e imaginamos estar disfrutando la dolce vita en esos paraísos caribeños que han instalado en nuestra mente el cine, los libros o las revistas, se disolvió. Era verdaderamente un sueño hecho realidad. Y no hubo necesidad de avión ni de largas travesías ni años de ahorro para llegar allí.
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Este es apenas un fragmento ínfimo de lo que fue ese viaje que hará más ecos en esta Bitácora. Pero ha marcado una huella importante en mi corazón viajero y ha instalado las ganas de un pronto regreso.
Praia do Machado es un lugar donde viví, en silencio e intimidad junto a mi infaltable cuaderno de aventuras, estos amaneceres inolvidables. Es imposible para las almas viajeras elegir entre experiencias, porque en cada camino el Sol sale diferente. Creo que lo que amamos, más allá del lugar, es quienes somos allí, cara a cara con la naturaleza que nos rodea y con nuestra propia esencia. En este destino pude trascender no solo la famosa disyuntiva entre playa, selva o montaña, sino comenzar a avistar la forma de construir una vida en libertad.
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En estas latitudes fui más yo y fui una isla. Hace tiempo leí, de un referente del teatro, Jorge Yamam-Serrano, que fue capaz de llevar adelante una técnica dramática inspirado en Vanatu (un archipiélago australiano), que «todos somos islas que, a veces, nos reunimos formando archipiélagos». La metáfora de la isla para representar la separatividad del ser humano en estos tiempos que llamo de hiperconexión desconectada, de individualismo salvaje y tanto más, es una imagen recurrente en la Literatura y en las Artes. Sin embargo, creo, como Yamam-Serrano, que, aunque en algunos tránsitos de la vida estemos solos y rodeados por un mar de emociones, ser islas nos permite existir anclados en nuestra unicidad, emergiendo libertariamente en medio de un agua universal que nos mantiene unidos a todo lo que existe. Ser islas no nos impedirá que, llegado el momento, construyamos puentes, nademos, o naveguemos en busca del abrazo con otras tierras. Pero siempre seremos nuestra propia tierra firme. Jamás perderemos la soberanía sobre esa coordenada única desde la cual somos y miramos el mundo. Te invito a eso: a ser una isla única, pero una móvil, que viaja hacia nuevos horizontes, o que se deja arribar, abrazar, por quienes saben pisar con amor y cuidado. Es lo que nos enseñan estos lugares mágicos cuando tomamos la vida misma como viaje.
Experiencia y redacción: Diana Santoro
Prof. de Literatura, de Yoga, comunicadora, productora de contenidos y divulgadora del Arte del Buen Vivir – Viajera incurable.
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